El enigma radiactivo de los jabalís salvajes: entre Chernóbil, la Guerra Fría y la biología subterránea

Ilustración generada con AI ( ChatGPT)

Décadas después del desastre nuclear de Chernóbil, ocurrido en abril de 1986, la región afectada por la catástrofe sigue siendo objeto de intensas investigaciones científicas. Uno de los fenómenos que más ha intrigado a la comunidad científica internacional es la persistencia de niveles anómalamente altos de radiactividad en los jabalís salvajes que habitan o provienen de zonas como la región bávara en Alemania y áreas colindantes con la Zona de Exclusión de Chernóbil. A pesar del tiempo transcurrido y la desintegración esperada de los elementos radiactivos, estos animales siguen portando en sus tejidos concentraciones preocupantes de isótopos como el cesio-137 (Cs137), sin que esta tendencia haya mostrado signos significativos de declive.

Una contaminación que trasciende Chernóbil

Durante mucho tiempo, se asumió que el origen exclusivo de esta radiactividad era el accidente de Chernóbil. Sin embargo, recientes investigaciones han sacado a la luz una historia más compleja y extensa. Un estudio exhaustivo realizado en Alemania, en el estado de Baviera, analizó a 48 jabalís salvajes y descubrió una proporción sorprendente de cesio-135 (Cs135) en sus tejidos, un isótopo cuya huella apunta no a Ucrania, sino a las pruebas nucleares atmosféricas realizadas durante la Guerra Fría. Según los resultados publicados en la revista Environmental Science & Technology, al menos el 68% del Cs135 hallado en los ejemplares bávaros no procede del accidente de Chernóbil, sino de los ensayos atómicos realizados a mediados del siglo XX por potencias militares.

Este hallazgo transforma nuestra comprensión del fenómeno. Si bien el accidente de Chernóbil fue una fuente masiva de contaminación radiactiva —con aproximadamente el 90% del cesio-137 europeo atribuido a ese evento—, el estudio demuestra que los residuos de una carrera armamentística anterior siguen teniendo efectos visibles y biológicamente relevantes en la actualidad.

El papel de la dieta subterránea

Uno de los factores más determinantes en la acumulación de radiactividad en los jabalís es su dieta. A diferencia de otros ungulados como ciervos o corzos, que se alimentan en gran medida de hierbas, arbustos y corteza de árboles, los jabalís se caracterizan por su comportamiento omnívoro y su preferencia por alimentos subterráneos. Dentro de este tipo de dieta, destacan las trufas silvestres del género Elaphomyces, que crecen entre 20 y 40 centímetros de profundidad.

Estas trufas, a pesar de encontrarse enterradas, están expuestas a concentraciones elevadas de cesio radiactivo. Esto se debe al proceso de lixiviación progresiva del cesio en el suelo, un fenómeno natural mediante el cual este elemento se va desplazando lentamente hacia capas más profundas, a razón de pocos milímetros por año. Después de más de medio siglo de filtración continua desde las pruebas nucleares de los años 50 y 60, y el accidente de 1986, el cesio se ha acumulado justo en las capas donde crecen estas trufas, convirtiéndolas en reservorios invisibles de radiación. Al consumirlas, los jabalís se contaminan directamente, incorporando estos isótopos a su metabolismo y tejidos.

La paradoja del jabalí salvaje

La persistencia de la radiactividad en estos animales ha sido calificada como la "paradoja del jabalí radiactivo". A pesar del tiempo transcurrido y del proceso de semidesintegración del Cs137 —que tiene una vida media de aproximadamente 30 años—, los niveles detectados en los jabalís se mantienen casi constantes desde hace décadas. Este fenómeno ha provocado preocupación entre las autoridades sanitarias y comunidades rurales, especialmente en regiones donde la caza de jabalís es una práctica tradicional y fuente de alimentación.

En países como Alemania, las regulaciones prohíben el consumo humano de carne que exceda ciertos niveles de radiactividad. Como resultado, muchos cazadores optan por evitar la captura de estos animales o, si lo hacen, deben desechar grandes cantidades de carne. Esta situación, además de tener un impacto ecológico y económico, complica los esfuerzos por controlar la población de jabalís, que se ha visto incrementada debido a la escasa presión humana.

Un legado duradero

El estudio pone de manifiesto una realidad que muchos expertos en radioprotección han advertido desde hace años: la radiactividad no es un problema que desaparezca fácilmente con el tiempo. En ciertos contextos ecológicos, puede mantenerse viva y activa durante generaciones, especialmente cuando interactúa con cadenas tróficas específicas y procesos naturales de absorción y acumulación.

La expansión demográfica de los jabalís por Europa Central añade una nueva dimensión al problema. A medida que se desplazan hacia nuevas regiones en busca de alimento o hábitat, podrían estar diseminando lentamente esta radiactividad heredada. Aunque el riesgo para la salud humana es bajo si no se consumen estos animales, el fenómeno ilustra cómo los efectos colaterales de decisiones tomadas en contextos políticos y militares del pasado pueden seguir manifestándose biológicamente en el presente.

Una advertencia para el futuro

El caso de los jabalís radiactivos sirve como recordatorio de que las consecuencias de la contaminación nuclear no siempre siguen un patrón predecible. Aunque las medidas de contención, desmantelamiento y seguimiento ambiental tras eventos como Chernóbil o Fukushima son necesarias, no siempre son suficientes para detener los efectos a largo plazo en los ecosistemas. La interacción entre la biología, el comportamiento animal y los ciclos químicos del suelo puede generar escenarios inesperados que requieren análisis interdisciplinarios para su comprensión y mitigación.

En conclusión, la historia de estos jabalís no es solo una curiosidad biológica, sino un testimonio viviente de los errores y ambiciones del pasado. Un ecosistema alterado puede actuar como archivo de la historia humana, conservando sus huellas no en papel, sino en trufas contaminadas y en los cuerpos de los animales que las consumen.


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Fuente del estudio:
Euronews Green – Chernobyl: Scientists solve mystery of why wild boars are more radioactive than other animals


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