La frontera invisible entre la realidad y la imaginación: un hallazgo clave en la neurociencia moderna

Fotografía de myshoun/Pixabay

Un avance extraordinario ha marcado un hito en la comprensión de la mente humana. Investigadores del Imagine Reality Lab del University College London han identificado por primera vez lo que podría describirse como una “señal cerebral de la realidad”, una codificación neurológica específica que permite al cerebro distinguir entre lo que es percibido a través de los sentidos y lo que es generado internamente por la imaginación. Este descubrimiento, liderado por la neurocientífica Nadine Dijkstra y publicado en Neuron, promete transformar tanto la teoría como la práctica clínica en el campo de la neurociencia cognitiva.

El giro fusiforme: epicentro de la percepción consciente

El estudio pone el foco en una región cerebral conocida como el giro fusiforme, una estructura situada en la corteza temporal inferior, tradicionalmente vinculada al reconocimiento de rostros y objetos. Sin embargo, los resultados obtenidos por el equipo de Dijkstra demuestran que su función es mucho más compleja: esta zona parece tener un papel clave en determinar si un estímulo visual proviene del mundo exterior o si ha sido generado internamente.

Cuando los participantes observaban estímulos visuales reales (proyecciones simples como líneas diagonales), el giro fusiforme mostraba una activación significativamente más intensa en comparación con cuando solo se les pedía imaginar dichos estímulos. Curiosamente, cuando los sujetos confundían la imagen imaginada con una percepción real, esta región se activaba de manera similar a cuando realmente veían el estímulo. Este patrón sugiere que el cerebro puede construir experiencias perceptuales tan vívidas a partir de la imaginación que se tornan indistinguibles de la percepción objetiva.

Imaginación y percepción: un mismo circuito, distintos umbrales

Este fenómeno revela un principio fundamental: la percepción consciente no es un proceso pasivo, sino una construcción activa que integra datos sensoriales, memoria, conocimiento previo y contexto. En este marco, el giro fusiforme actuaría como un comparador o “validador” de la realidad, estableciendo un umbral a partir del cual una experiencia es considerada auténtica. Si la información interna —como una imagen mental intensa— supera este umbral, el cerebro la trata como si fuese una percepción real.

Además del giro fusiforme, la investigación identificó otra región clave: la ínsula anterior, vinculada al procesamiento de estados internos, emociones y toma de decisiones. Esta estructura se activa de forma más intensa ante estímulos visuales reales, funcionando como un nodo de integración entre diversas redes cerebrales que colaboran para determinar la veracidad de una experiencia perceptiva.

Implicaciones clínicas: esquizofrenia, alucinaciones y terapia

Las aplicaciones clínicas de este hallazgo son de gran envergadura. Trastornos como la esquizofrenia, los trastornos delirantes o algunas formas de epilepsia del lóbulo temporal se caracterizan por la incapacidad del cerebro para diferenciar entre lo imaginado y lo real. Si la actividad en el giro fusiforme puede mapearse y manipularse adecuadamente, podrían desarrollarse tratamientos terapéuticos más efectivos, como estimulación cerebral no invasiva dirigida a reforzar el umbral perceptual.

Este tipo de intervención podría revolucionar la manera en que se abordan los síntomas psicóticos, sustituyendo los modelos puramente farmacológicos por enfoques neurofuncionales personalizados. El hallazgo también podría tener relevancia en contextos tecnológicos emergentes, como la realidad virtual inmersiva o la neuroestimulación para rehabilitación cognitiva.

Un legado centenario confirmado por la neurociencia moderna

La investigación de Dijkstra no parte de la nada. Se inspira en los clásicos experimentos de Mary Cheves West Perky, psicóloga estadounidense que en 1910 ya había documentado la interferencia entre imágenes mentales e imágenes reales en condiciones de bajo estímulo visual. Perky descubrió que los sujetos no distinguían con claridad entre lo que imaginaban y lo que era proyectado débilmente en una pantalla. Este fenómeno, conocido desde entonces como el “efecto Perky”, sugería que la imaginación y la percepción real compartían mecanismos similares.

Más de un siglo después, la neurociencia ha confirmado esta intuición con herramientas modernas como la resonancia magnética funcional (fMRI), que permite mapear con alta precisión la actividad cerebral ante diferentes tipos de estímulo. En el experimento actual, los científicos introdujeron ruido visual —similar a la estática de un televisor— para controlar exactamente lo que los participantes veían e imaginaron, logrando así una diferenciación clara entre ambas fuentes de experiencia.

Una pregunta abierta: ¿es la imaginación un riesgo?

El estudio también plantea interrogantes profundos sobre el funcionamiento del pensamiento humano. Si la imaginación puede desencadenar activaciones cerebrales equivalentes a las de la percepción objetiva, ¿podría una imaginación excesivamente vívida aumentar el riesgo de distorsiones cognitivas o alucinaciones? ¿Existen diferencias estructurales o funcionales en los cerebros de personas con fuerte creatividad respecto a quienes mantienen una percepción más literal de la realidad?

Para Dijkstra, el desafío está en comprender no solo el umbral perceptivo, sino las condiciones que lo modifican. Factores como el estrés, el trauma, el consumo de sustancias psicoactivas o incluso la fatiga cognitiva podrían alterar este “interruptor” de realidad, desplazando los límites entre lo imaginado y lo vivido.

Este descubrimiento constituye un paso decisivo en la comprensión de cómo el cerebro construye su versión del mundo. La existencia de una “señal cerebral de la realidad”, dependiente de regiones como el giro fusiforme y la ínsula anterior, nos invita a reconsiderar la naturaleza de la experiencia consciente. Lo que consideramos “real” no es simplemente lo que entra por nuestros ojos, sino el resultado de un complejo sistema de validación neurológica que constantemente integra estímulos externos e internos.

Más allá de sus implicaciones clínicas y tecnológicas, este hallazgo plantea una reflexión filosófica inevitable: ¿hasta qué punto es confiable nuestra percepción? Y, si el cerebro puede crear realidades tan vívidas como las externas, ¿dónde está el límite entre la mente y el mundo?


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Referencia científica ⬇️ 

Dijkstra, N. et al. (2025). A neural signature for differentiating perception from imagination in the human visual system. Neuron.



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